LA SABIDURÍA DE LA VACUIDAD

 Si todo es impermanente y está condicionado y relacionado, entonces "nadie hay" que tenga existencia propia. Por tanto no sólo el "yo", sino todo lo existente es "vacío" (shunya) de naturaleza propia".

Esta percatación corresponde a la doctrina de la vacuidad (shunyata).

El budismo Mahayana lleva las ideas de anatman, anitya y pratiya-samutpada a su conclusión última.

Shunyata es la manera mahayánica de formular el anatman.

Para el budismo Mahayana nada posee svabhava (existencia independiente, naturaleza propia).

Todo es vacío de naturaleza intrínseca, porque todo precisa de causas y depende de sus relaciones.

Ananda pregunta al Buda ¿Por qué se dice que el mundo es vacío? y el Buda responde "porque está vacío del yo".

El Mahayana extiende la ausencia de substancia al universo.

No sólo la experiencia humana está vacía de "yo": la trama de lo real es vacía de esencia propia.

Si las cosas fueran independientes, en sí mismas, sin relaciones ni causas, átmicas, objetivas, autónomas, la existencia sería estática. Pero la realidad es otra.

Una mesa está vacía de existencia independiente, ya que necesita de un suelo, la madera, de unas patas, del carpintero que la talló, de las abuelas del carpintero, del bosque del que se extrajo la madera... esto es, de otros factores, cosas y componentes.

No se nos dice que el universo sea vacío en el sentido de "vida" ni se expresa ningún nihilismo alrededor de Nada abstracto un Vacío absoluto, no se niega la existencia empírica o consciente, sino que se formula que nada exista que no esté en interdependencia o en interconexión.

Todo fenómeno viene condicionado por causas y fenómenos previos.

Sólo existe un flujo de infinitas causas y condiciones.

Por tanto ningún fenómeno condicionado posee existencia de por sí, en sí mismo.

Nada es autosuficiente ni independiente.

La vaciedad significa que las cosas del mundo no son substancias autónomas.

Más bien serían nudos relacionales.

El mundo no puede reducirse únicamente a la materia, sino que incluye siempre nuestra relación con ella.

En lugar de conceptualizar el mundo como un bloque de entidades autónomas y estáticas (entidades lingüísticas que otorgan un significado fijo e inamovible a las cosas) el budismo propone que nos fijemos en nuestra relación con él: cómo lo vemos, lo olemos, lo sentimos, lo imaginamos o lo nombramos.

Descubriremos, entonces que el sonido es insubstancial. La ausencia de algo concreto a lo que asirnos en el sonido y en el escuchar ilustra gráficamente la vaciedad.

Y los mismo sucede con los olores, las visiones o los sabores.

La materia se transforma, se deteriora, se enfría.

Como se dice en muchos sutras, toda forma material es tan insustancial como las burbujas que frotan en el río.

Porque nada hay en la materia que sea estable y duradero.

Las sensaciones, las percepciones o las construcciones mentales son un espejismo de lo real, pero vacías de esencia propia.

Nuestra experiencia del mundo se esfuma constantemente.

Una vez percibimos que tanto la interioridad (el supuesto "yo") como la interioridad (el supuesto "mundo" de las cosas) se disuelven, moramos entonces en la vaciedad.

No se ruega que pueda existir una mesa ante nosotros, pero la imagen que nos hacemos de ella a través de los sentidos y la mente constituye el mundo que construimos, representamos y habitamos.

La mente y el mundo son mutuamente dependientes.

Por ello, muchas escuelas budistas señalan que el mundo es cual ilusión (lo que, insistamos, no equivale a decir que la mesa no exista).

Significa que las cosas existen como representaciones mentales y apariencias en la consciencia.

Toda percepción es un proceso activo de construcción e interrelación.

Toda experiencia humana es una aparición en la consciencia.

Y estas representaciones no son substanciales.

De ahí el recurso a metáforas como la burbuja, el reflejo en el agua o el espejo para señalar la naturaleza vacía, insustancial e inasible del mundo que nos representamos.

Para el budismo Mahayana, la ignorancia es eso: tomas el mundo fenoménico de las apariencias como la única y sóla realidad.

"Sabed que las cosas son como un espejismo, un cúmulo de nubes, un sueño, una aparición, sin esencia, pero con cualidades que pueden verse".

No se dice que la realidad no existe.

Más bien se formula la esencia que atribuimos a las cosas y a la realidad es una construcción mental (a partir de una sería de cualidades) y lingüística.

La vaciedad remite a la ausencia de esencia de las cosas, no a su inexistencia.

Morar en la vaciedad significa no construir un significado de las cualidades que percibimos y dotarla de una esencia.

Nuestra tendencia a atribuir esencias (placenteras o desagradables) a las cosas.

Nuestra mente genera constantemente ilusiones y espejismos que proyectamos sobre las cosas. Esta fue sin duda una de las grandes intuiciones de Buda.

Algunas escuelas budistas han expresado sus dudas acerca de si tiene sentido hablar de "cosas" en el mundo independientes de las mentes que las constituyen.

Paradójicamente, es precisamente la relación, la interdependencia, el vacío de naturaleza intrínseca y la transformación tal y como reflejan los "Sutras de la perfección de la sabiduría".

Uno de ellos, el "Sutra del corazón" sentencia: "La forma es vacío y el vacío es forma". Recordemos forma-materia.

Los agregados, las sensaciones, las formaciones mentales... Todos son vacíos. Es justamente su relación y dependencia de otros factores lo que permite que existan.

Si las cosas fueran autónomas, con naturaleza insustancial, no las percibiríamos.

La vacuidad es entonces plenitud y en la plenitud hay vacuidad.

Quien al ver la "mesa" acaba viendo el universo entero, quien sabe que con cada inspiración y espiración está respirando los océanos y el vaivén de los árboles puede decirse que mora en la vaciedad.

"Shunyata" es una manera de percibir el mundo y estar en él. La razón para entenderla es liberarnos del deseo y el apego de objetos que, como ahora sabemos, son inasibles.

La ignorancia es, precisamente, creer en substancias, "yoes", esencias o "sí mismos" independientes, desligado de causas, relaciones y condiciones.

Todo está vacío, pues necesita de otras causas y condiciones.

Incluso el Dharma, ¡incluso la vacuidad está vacía!

Hay que sospechar del lenguaje y las conjeturas que no hacen más que cosificar lo que son relaciones y causas.

La realidad convencional es el mundo de apariencias y esencias que representamos lingüística y conceptualmente.

Dada la naturaleza estática de los conceptos ("una mesa") las apariencias toman la guisa de cosas, objetos y substancias. Estas designaciones son convenientes en nuestra vida cotidiana.

Las enseñanzas budistas también forman parte de este mundo de conceptos.

Al circunscribir las enseñanzas a la realidad convencional se reconoce su eficacia para liberarnos y abrirnos a la realidad superior.

Todo está vacío de existencia independiente y esto facilita no aferrarse a ninguna suposición.

Todas las tradiciones budistas proponen técnicas para que dejemos de etiquetar, cosificar y aferrarnos a un mundo de cosas sólidas, permanentes, estáticas.

El desprendimiento intelectual y existencial porta la semilla del despertar.

La cuestión no radica en entender la vaciedad sino en morar en ella.

Se trata de desvelar la ilusión de una naturaleza independiente de las cosas y la esencia que proyectamos sobre ellas.

Los humanos somos "esenciales" por naturaleza. Dotamos a la realidad de "esencias" (y de sentimientos) y adjetivamos constantemente lo que percibimos.

La ecuanimidad budista consiste en percatarnos de que las cosas quizá no posean la esencia y el sufrimiento que les atribuimos.

Percatarse de su vaciedad.













Todos los fenómenos carecen de existencia inherente, independiente y eterna.

Pero cuidado: "vacuidad" no significa que las cosas no existan, sino que no existen como las concebimos, con la existencia unitaria y absoluta que les imputamos.

La vacuidad es un término que señala la verdad última.

Señala la naturaleza última tanto del yo subjetivo como de los fenómenos objetivos.

El ser no tiene existencia independiente, inherente más allá de los agregados psicofísicos.

Y los fenómenos que experimentamos tampoco tienen existencia independiente o inherente más allá de sus partes, condiciones y la conciencia que los reifica.

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