EL SUFRIMIENTO SEGÚN EL BUDISMO

Para el budismo, el sufrimiento viene de la ignorancia. Por ignorancia creemos que los sufrimientos, engaños y defectos existen realmente. Incluso echamos la culpa a los demás de nuestros sufrimientos, esperando que ellos cambien. El sufrimiento depende ,sobre todo, de nuestras interpretaciones y de las ideas que la mente genera acerca de las diversas situaciones. 

Las distintas clases de padecimientos no son más que ilusiones. Aferrándonos a las apariencias ilusorias como si éstas fueran reales, acabamos cansados y decepcionados. Por lo tanto, cuando nos veamos obligados a afrontar situaciones o circunstancias adversas, aconsejo percibirlas como lo que son: meras ilusiones sin la menor consistencia. 

El sufrimiento es como una pesadilla. Nos parece muy real pero no lo es. Cuando tengamos preocupaciones, ansiedad o estrés, debemos preguntarnos: ¿de dónde proceden?, ¿cómo se han originado? En primer lugar, provienen del apego y el deseo. En segundo lugar, de las obsesiones, de dar vueltas y más vueltas a los pensamientos.

Para olvidarnos de nuestras emociones aflictivas buscamos en vano entretenimientos, válvulas de escape y distracciones. Y cuando llega el sufrimiento no estamos preparados para resolverlo adecuadamente. La causa de tal falta de preparación es que no hemos entrenado nuestra mente para enfrentarnos a este tipo de emociones; así que sucumbimos ante ellas por falta de equilibrio y entrenamiento. Meditemos con calma acerca de esto.

Aplicad al sufrimiento la sabiduría de la vacuidad, la verdad última. La verdad última es despertar a la realidad, es decir, ver la realidad tal cual es. Según esta filosofía, nada tiene una esencia inherente. El sufrimiento tampoco. Cuando hayamos vaciado de contenido y de entidad a los padecimientos nos sentiremos aliviados. No existe una esencia consistente en los fenómenos ni en el yo. Cada fenómeno, al igual que el yo, se compone de muchos elementos ensamblados. Estos elementos dependen unos de otros. A esto se le denomina interdependencia. Pero nunca encontraremos en ninguno de los elementos una esencia estable, sólida. Esta sabiduría se puede aplicar a los sufrimientos para superarlos con la eficacia deseada.

El sufrimiento se manifiesta con distintos sentimientos y aunque nosotros percibimos esos pesares como algo real, no son objetivos. El sufrimiento es básicamente subjetivo. Depende de las interpretaciones que hace la mente. Si tu mente interpreta que una situación es negativa para ti, esa situación se agranda mucho y aparece sin tardanza el sufrimiento. 

Teniendo presente la filosofía de la vacuidad esa interpretación negativa queda neutralizada. Se disipan entonces las emociones y los sentimientos exagerados. Tu reacción estará guiada por la templanza, será más saludable y equilibrada y serás más consciente de la realidad.

Los sentimientos son creados por nuestra mente. Para ser más precisos, son creados por los pensamientos e interpretaciones negativas que efectúa la mente. Aferrarse a esas interpretaciones negativas, sombrías o catastrofistas impide que veamos la realidad tal cual; no nos permite distinguirla bien. Como consecuencia, acabamos tomándonos las cosas demasiado a pecho, como si fueran algo personal.

A veces sufrimos por dudas, incertidumbre o falta de seguridad. Imaginamos que algo nos va a perjudicar. Todo esto es debido a nuestras interpretaciones. Voy a poner un ejemplo. Sueñas que tu hijo muere en un accidente y sufres por eso. Pero cuando despiertas comprendes que todo ha sido un mal sueño y, finalmente, te tranquilizas. Algo similar ocurre con las dudas y preocupaciones. Aparentan ser realidad sin serlo. Insisto: parecen muy reales, pero de hecho no lo son.

Por otro lado, en la naturaleza todos los fenómenos están fluyendo. No son estáticos, ni mucho menos. Todo está cambiando y los sufrimientos también cambian. Aparecen y después se van. Por tanto, se puede decir que los sufrimientos son efímeros, pasajeros. Pensar así, indudablemente, nos servirá de ayuda a la hora de enfrentarnos a los sufrimientos.

Por la ley de causa y efecto, si nuestro cuerpo, habla y mente se mantienen positivos y, además, cultivamos la compasión y la virtud, los frutos resultantes también serán positivos. Con frecuencia las situaciones problemáticas, los aprietos, los bretes y las dificultades, sea cual sea su gravedad, son causados por nuestros deméritos y actos desfavorables. Hemos de compensar estas acciones negativas con méritos en proporción suficiente. 

Desde la óptica budista, sufrimos por nuestros propios defectos, no por lo que nos hayan hecho  otras personas o por los defectos de los demás. En gran medida, somos responsables de nuestros propios padecimientos. Por esa misma razón, está en nuestra mano dar solución a esos sufrimientos.

La meditación constituye una herramienta fundamental a la hora de combatir los sufrimientos causados por las situaciones adversas, por nuestras interpretaciones erróneas y, especialmente, por las emociones perturbadoras. Es muy recomendable que practiquemos la meditación con asiduidad; de este modo, alcanzaremos el dominio de esta técnica milenaria tan eficaz para paliar las aflicciones del espíritu. Cuando nos asalten las emociones negativas, pongámonos a meditar lo antes posible. Si realizamos bien la meditación en momentos difíciles, cuando nos abruma algún sufrimiento, podremos superarlo. Para disolver las emociones negativas, que tanta infelicidad ocasionan, no estamos desarmados. Hemos de recordarlo, disponemos de un instrumento maravilloso, la meditación y está a nuestro alcance, siempre que lo necesitemos. 

Si sólo satisfacemos nuestro egoísmo, vamos en contra de nuestras condiciones positivas. Las emociones aflictivas nos hacen perder la confianza en las acciones positivas. ¿Por qué nos cuesta tanto realizar acciones meritorias y virtuosas? Porque las impresiones negativas dificultan o impiden la realización de buenas acciones y nos abruman. También por las conversaciones pecaminosas, la mala educación o porque todo el mundo lo hace así. Esto nos lleva a actuar de manera perjudicial e inapropiada. 

Los obstáculos y problemas diarios nos causan tristeza, incluso tribulación. Lo sabemos. Pero toda esa tristeza tiene su origen en las proyecciones mentales. Parece que hasta podemos tocar esos problemas y escollos porque se nos presentan como algo sólido, muy verosímil, dotado en apariencia de energía y de constituyentes esenciales. En realidad estas proyecciones mentales no tienen consistencia. Sólo son una experiencia mental puramente subjetiva. Los pensamientos, nuestras interpretaciones, no existen fuera de nuestra cabeza. Son un producto de la mente, meras imágenes que vagan por nuestra mente. Figuraciones, representaciones ficticias o fantasmagorías sin substancia real. Por tanto no debemos preocuparnos por ellas ni tenerles miedo.

En relación con el tema del sufrimiento, es fundamental la noción de nirvana. Alcanzar el nirvana significa en pocas palabras liberarse del sufrimiento. El resultado final del camino que emprende el practicante budista es el nirvana. El camino sirve para descubrir nuestra esencia. Para realizar este descubrimiento, que nos liberará del sufrimiento, es preciso estudiar el dharma lo más a fondo posible.

No conviene caer en la ira ni ponerse triste. No hemos venido a cambiar o corregir el mundo, sino a extraer la esencia de la vida. 

Los padecimientos derivan claramente de la ignorancia, el egoísmo, el apego, la furia, los celos, la impaciencia, la frustración, el odio, la intolerancia, la discriminación, etc.

La insatisfacción, ya sea crónica o temporal, el no saber conformarnos con lo que tenemos, es una fuente de pesar. Si no estamos contentos con lo que tenemos, nuestra mente nos exigirá luchar y encolerizarnos. Todo esto no es más que ilusión y engaño.

Inventamos maneras de zafarnos del malestar. ¿Por qué compramos ropa constantemente? Porque nos aburrimos y el aburrimiento nos aguijonea para que compremos más y nos impliquemos en cualquier cosa que nos libere al fin de tanto tedio insoportable. 

Hallaremos en la "bodichita" una senda segura para vencer el sufrimiento. La definición de la "bodichita" es realizar la gran compasión y lograr el Nirvana. Creedme, la mejor vereda espiritual es la del amor-bondad y la gran compasión. Dentro del ser humano hay mucha capacidad para el amor.

El amor-bondad nos hace ver lo mucho que debemos a los demás; así que conviene ser agradecidos. Todo lo que tenemos a nuestra disposición en la vida está relacionado con los demás seres. Debemos ser pacientes y no desalentarnos por los defectos de nuestros congéneres. Se han de evitar los conflictos interpersonales, que son generadores de sufrimiento. 

Tened muy presente las "paramitas". La práctica de las seis "paramitas" se basa en técnicas y entrenamientos para trascender, para llegar a la otra orilla. Las "paramitas" o perfecciones son: generosidad, preceptos, paciencia, esfuerzo o entusiasmo, meditación y concentración y sabiduría. Estas prácticas nos ayudarán con seguridad a paliar cualquier aflicción y nos conducirán hasta la comprensión de la verdad última. 

Para terminar, recordad que ser generosos también contribuye a mitigar nuestros sufrimientos, ya que nos hace salir de nosotros mismos, de nuestro reducido mundo. Practicar la generosidad sin esperar nada a cambio es el sello distintivo de los "bodisatvas".

Cuando realicemos un acto de generosidad, no debemos esperar ninguna recompensa: ni beneficios ni palabras bonitas ni un futuro mejor. Aconsejo, pues, la generosidad desinteresada y altruista. Dar amor-bondad, protección y apoyo, ayudar a los demás con consejos sustentados en el Dharma, ofrecer ropa y alimentos a los más necesitados y ayudar a quienes estén sufriendo. 



Comentarios

Entradas populares

LA COMPASIÓN Y EL EGOÍSMO

LOS SEIS TIPOS DE CONCIENCIA