LOS CONFLICTOS Y SU SOLUCIÓN
Una actitud positiva y generosa nos ayudará a resolver conflictos interpersonales. Si alguien está en tu contra y te abstienes de generar odio, si evitas sentir fastidio, la otra persona finalmente se va a cansar. Debemos meditar continuamente sobre la bondad, la compasión y la generosidad con el fin de disolver el egoísmo, base de casi todas por no decir todas las discusiones.
Es preciso comprender las emociones de la persona con quien nos peleamos, que básicamente busca la felicidad, igual que yo. Resulta muy útil con vistas a la solución de conflicto ponerse en el lugar de la persona que discute con nosotros. El budismo aconseja tratar de limpiar y purificar nuestro egocentrismo y toda la negatividad que lo acompaña, meditando sobre la compasión.
También es bueno para pacificar las disputas el no pensar en términos absolutos. Yo soy bueno y mi oponente malo. Mis reivindicaciones son justas, las suyas no. Por supuesto yo tengo toda la razón y mi rival se equivoca de medio a medio. En lugar de esto, es mejor intentar descubrir matices y nuevos puntos de vista. Quizá mi oponente tenga una parte de razón y no sea una persona malvada, como he llegado a pensar. Los sabios "bodisatvas" consideran negativa esta forma de pensar tan dualista.
Contribuye a la superación de las disputas pensar en cómo nos necesitamos unos a otros. Comprender bien la interrelación que existe entre los seres humanos fomentará la paciencia, la compasión y la tolerancia. Nuestro egoísmo es claramente opuesto a la naturaleza básica de la vida. Al comprender el hecho de que nos interrelacionamos mental y físicamente, es más probable que busquemos la armonía y la concordia.
La felicidad de los demás equivale a nuestra felicidad. El sufrimiento ajeno es nuestro propio sufrimiento. Por la sencilla razón de que estamos relacionados unos con otros. Lo que es un factor beneficioso para otros es beneficioso para mí. Y lo que es dañino para nuestros congéneres podría causarme daño a mi. Al valorar y respetar a los demás seres, también nos beneficiamos nosotros.
Con frecuencia, durante los conflictos aparece el enfado y otras emociones negativas. La forma inteligente de ver estas emociones es como factores mentales. Esos factores mentales no siempre van a durar en el tiempo debido al principio de impermanencia. La energía del enfado sólo estará ahí mientras exista el enfado. El enojo (y los sentimientos asociados como la furia y la rabia) no vienen de forma espontánea. Se necesitan elementos y procesos para que surjan; en realidad son necesarios muchos pequeños elementos. Estos procesos a menudo ocurren de forma rápida y, por este motivo, nos confunden. El budismo aconseja ser conscientes en todo momento de estos procesos y analizarlos meticulosamente. Debemos estar conscientes de qué tipo de actitudes, emociones o tendencias nos están influyendo para no vernos desbordados.
En medio de las discusiones es habitual sobreestimar nuestras opiniones. Queremos llevar la razón todo el tiempo. Pero nuestra opinión es solamente una opinión. Y, en todo caso, nuestro oponente tiene también sus propias opiniones, tan respetables como las nuestras. El parecer del rival con el que discutimos ha de ser tenido en cuenta. Si consideramos nuestras ideas como verdades absolutas, lamentablemente estamos alimentando la llama del conflicto.
En general, durante las contiendas y trifulcas no estamos viendo el fuerte egoísmo que hay dentro de nosotros. Queremos que las cosas salgan de acuerdo con nuestros deseos. En la medida en que las cosas no salen según nuestras expectativas, nos vamos a perturbar. Debemos preguntarnos entonces: ¿Por qué nos sentimos perturbados? El otro también considera lo que quiere. Nosotros insistimos tercamente en lo que queremos conseguir. Nuestro rival se comporta del mismo modo. Y, así, entramos en una espiral que nos incomoda. Debemos notar esta incomodidad, estas molestias y calmar nuestro egoísmo. Si conseguimos calmar nuestro egoísmo, vendrá la paz.
A veces hay que dar tiempo al tiempo y olvidarnos de la discusión. Cuando ha pasado ya cierto tiempo adquirimos perspectiva acerca del problema. No nos sentimos tan involucrados. Y de esta manera, se facilitan las negociaciones para resolver el conflicto o surgen soluciones novedosas que no habíamos imaginado con anterioridad.
Es importante ver que nos sentimos molestos cuando las cosas en el transcurso de una discusión no salen como habíamos deseado o planeado.
La actitud marcadamente egoísta y el deseo de alcanzar a toda costa nuestros objetivos conforma una actitud que crea desarmonía en el ámbito de la amistad, del trabajo o de la familia. Así será más difícil arreglar las diferencias y encontrar una solución adecuada a los conflictos, mediante el entendimiento y la generosidad.
Respondemos a los insultos con insultos, a la crítica con crítica y a la agresividad con agresividad. Esta actitud, que es poco inteligente, conduce directamente al sufrimiento.
Mejor no entrar en situaciones de conflicto; abandonemos las ganas de discutir.
El 90% de la discusión no tiene que ver con el tema de la discusión. Está más bien relacionada con rencores, maltrato, deseo de venganza e incluso con el aburrimiento.
Tú estás convencido de que llevas razón. Tu rival también cree que tiene razón. No nos controlamos. Y así aumenta la intensidad del conflicto ¡Qué más da llevar razón o no!
En efecto, perdemos el control. Surge la rabia. La rabia aumenta las ganas de discutir y de enfrentarnos a nuestro oponente.
Puede ser que obtengas un poco de beneficio con la discusión. Pero a largo plazo se estropea la relación con el otro. ¿Qué importa llevar o no la razón? Lo verdaderamente relevante es la armonía que nos hace felices.
¿Cómo sanar la relación dañada por un conflicto? Mediante el Dharma (las enseñanzas de Buda). Debemos limpiarnos de los apegos y contaminaciones.
En la medida en que sigamos dependiendo de causas egoístas, continuarán los conflictos.
Purificar las contaminaciones y oscuridades es lo más importante. Sanar la relación dañada por el conflicto, haciéndola más pura.
Las discusiones se pueden definir como un "choque de egos", un enfrentamiento. Lastimosamente, nos comportamos a veces como algunos animales, por ejemplo, como dos cabras que hacen chocar sus cuernos por rivalidad.
¿De qué sirven las discusiones? ¿Cuál es su utilidad real? Estamos perdiendo energía. Los motivos de la discusión muchas veces sólo son tonterías, inmadurez. Para solucionar conflictos, debemos soltar aferramientos e intereses.
Si queremos solucionar el conflicto, tenemos que renunciar no sólo a nuestros intereses egoístas sino también al odio y el rencor.
Durante la disputa surge una actitud de defensa y ataque. Queremos defender muchas cosas, estamos a la defensiva.
Ya sea una discusión en torno al dinero, asuntos familiares, pareja, política... Una vez que todo esté aclarado y que hayamos llegado a entendernos, no seguir la discusión. Ponerle punto y final.
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