EL SUFRIMIENTO

(la última actualización  de este artículo fue el día 5 de marzo 2023)


El dolor y el sufrimiento


Quiero tratar el tema de las diferencias entre el dolor y el sufrimiento. Sirva de introducción la conocida frase de Buda. "El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional".

El dolor es una reacción natural del cuerpo, para avisarnos de algún problema de salud. En cierto modo, el cuerpo nos está alertando con el fin de que vayamos al médico. El dolor que nos causa el fuego nos advierte de que apartemos la mano enseguida. El dolor es algo muy sensorial. Pero también puede ser psicológico si, por ejemplo, recordamos la muerte de un familiar querido. En cambio, el sufrimiento tiene un carácter más permanente. El sufrimiento no es tan momentáneo como el dolor. Dura más en el tiempo. Debemos aceptar el dolor, reconocerlo, recibir el aviso que nos da y actuar en consecuencia.

El dolor es temporal, no depende de nosotros. Sin embargo, el sufrimiento es un estado que creamos y que dura todo el tiempo que nosotros decidamos. El sufrimiento es algo mental. ¿Cómo crea la mente el sufrimiento? Por ejemplo, añadiendo pensamientos de rencor, odio o envidia y manteniendo esos pensamientos de forma prolongada.

El dolor es natural y el sufrimiento, en gran medida, artificial. El dolor es una reacción del cuerpo ante ciertos estímulos. El sufrimiento se alimenta de una serie de creencias, ideas y pensamientos que se repiten una y otra vez en el interior de la mente. A esos pensamientos les damos vueltas y más vueltas. El sufrimiento es creado en el plano mental.

¿Por qué sufrimos?

Todo aquello a lo que nos resistimos acaba dándonos quebraderos de cabeza. Y si se mantiene nuestra oposición o resistencia durante mucho tiempo, esos quebraderos de cabeza podrían llegar a desbordarnos. En vez de resistir, mejor actuar y soltar problemas y preocupaciones hasta llegar al alivio final de la liberación.

Revisemos todo cuanto hayamos aprendido de nuestra sociedad: cultura, educación, costumbres, etc. Quizá entre las cosas que nos han transmitido (y a las que estamos tan apegados) existen prejuicios limitantes, absurdas supersticiones, ideas demasiado rígidas o creencias inútiles que constituyen una carga. También podría haber conocimientos anticuados que no se pueden aplicar a las circunstancias que vivimos hoy en día. Conviene liberarse del lastre de conocimientos y creencias inculcadas que por unos u otros motivos nos causan sufrimiento.

Sufrimos porque nos sentimos víctimas de una u otra situación. Cada vez que nos sintamos víctimas, pensemos: ¿en qué porcentaje soy víctima realmente? ¿en qué medida he participado en la creación del problema y, por tanto, soy responsable? No nos sintamos tan frustrados, no estemos tan enfadados con el mundo y asumamos nuestra parte de responsabilidad.

¿Por qué sufrimos? Porque estamos desvinculados de nuestra  esencia primordial. ¿Cómo conectar o reconectarnos con esa esencia? Para realizar esta conexión, el budismo más que añadir o ganar cosas lo que propone es soltar. Así es: soltar lastre, añadidos inútiles, deshacerse de capas sobrantes y adornos innecesarios.



Sufrimos porque tenemos cuerpo y mente, lo cual conlleva una serie de limitaciones. La mente está sometida al efecto distorsionador de los velos y engaños. En el plano mental, nos hacen sufrir especialmente, aparte de las enfermedades o trastornos psicológicos, la emociones negativas. En el caso del cuerpo, implica padecer patologías, el proceso de envejecimiento y, finalmente, la muerte. 

Percibir la realidad como no es también causa una gran cantidad de sufrimiento. ¿Cómo percibimos la realidad normalmente? La percibimos como "estable" con nuestros ojos. Pero es un hecho que la realidad se halla en continua transformación. Todas las cosas que componen la realidad están sujetas al cambio. En suma, nada es estático.



Vemos los objetos como algo "unitario": la mesa, el ordenador, Juan, ese coche, aquel árbol. Los percibimos como algo independiente. En apariencia, no hay conexión entre ellos; están separados. Cada cosa -pensamos- tiene su sustancia propia. Por ejemplo, la taza es blanca, sirve para beber, me gusta su diseño, me recuerda a la taza de la abuela, etc. Le damos un significado a ese objeto, como si estuviera aislado cuando, en realidad, nada tiene significado por sí mismo. Percibiendo así las cosas, hemos caído en el engaño de la permanencia y de la no interdependencia, lo cual conduce a problemas, ya que todo -según la filosofía budista- es impermanencia e interdependencia.

Por consiguiente, percibimos lo real como no es. Lo que yo veo como estable, en realidad, está en constante movimiento. Hay una distorsión enorme en la percepción. Esta distorsión está causada por la ignorancia. Otra distorsión, como ya hemos visto, consiste en reducir y simplificar los numerosos elementos que configuran la realidad. La mano no es mano solamente: son huesos, tendones, ligamentos, músculos, sangre, átomos y según la física cuántica, la mano son probabilidades, lo cual genera una complejidad mayor.

Sufrimos porque nos cuesta la separación. Sin embargo, la vida es separación. Nos separamos del útero materno, de los trabajos, de nuestras posesiones (casa, coche, dinero...) de nuestras parejas, amigos, nos separamos de la salud. Aceptemos la separación con serenidad, pues forma parte de la vida.

Sufrimos porque nos preocupamos en demasía por el pasado y el porvenir, olvidando de este modo el presente. El presente es lo único que realmente existe para nosotros. Enseguida se nos va la atención hacia el pretérito, al ayer, lo que sucedió hace una semana, hace diez años. O viajamos rápidamente con nuestra imaginación hacia lo que tendremos que hacer dentro de un mes. Si estuviéramos más centrados en el presente (el ahora) seguramente sufriríamos menos.

Nos pasamos el día controlando el dinero, creando normas, vigilando a la pareja, intentando controlar a la familia o nuestra salud. Hay que abandonar esta necesidad de control. Abandonar la idea de que "todo debe estar bajo control". En realidad, no es posible controlarlo todo.

Ansiar lo que no podemos tener o, peor aún, lo que nunca podremos tener conduce a estados de melancolía y amargura. Si queremos evitar estas emociones negativas vinculadas al sufrimiento, es preciso conformarse con lo que ya poseemos y disfrutar de ello plenamente. Deberíamos ser realistas. ¿De qué sirve anhelar lo que está fuera de nuestro alcance? ¿Para qué sufrir por no tener aquello que para nosotros es imposible conseguir?

Sufrimos también porque la imaginación nos juega malas pasadas. Según el filósofo Séneca: "Sufrimos más en la imaginación que en la realidad". La imaginación nos hace ver problemas, circunstancias adversas o desgracias que nunca sucederán. Sufrimos de antemano, innecesariamente, por cosas que nos parecen terribles y, luego, cuando las vivimos nos damos cuenta de que no eran para tanto. En efecto, como afirma el pensador romano, la imaginación puede hacernos sufrir más que la realidad.

Padecemos porque hemos generado apegos. Una pequeña historia ilustra esta idea. Se cuenta que un hombre se acercó al Buda y le preguntó: "En mi vida hay mucho sufrimiento, ¿qué puedo hacer?" La respuesta de Buda fue: "Sufres porque tienes apegos. Supera tus apegos y quedarás libre de tus sufrimientos". 

Los cambios son un hecho natural, pero sufrimos debido a los cambios. Anhelamos que permanezca siempre lo bueno y que se aleje lo negativo. Estamos aferrados a las sensaciones agradables. Mientras no aceptemos el cambio seguiremos sufriendo. Deberíamos aceptar la impermanencia. Es lo mas inteligente y sensato. 

Las discusiones son causa de sufrimiento. Debido a las disputas se fracturan las relaciones de paz y armonía. Además, para empeorar la situación, respondemos a los insultos con insultos y a la agresividad con agresividad. Nuestros  intereses egoístas se hallan en la raíz del conflicto. Para restaurar la armonía perdida el budismo aconseja renunciar a las ganas de pelear, evitar el enfrentamiento, meditar con frecuencia en la bondad y la compasión, superar el egoísmo y poner en práctica las "paramitas" de la generosidad y la paciencia.

Sufrimos por el dolor, ya sea éste físico (heridas, lesiones, enfermedades, etc.) o mental (trastornos psíquicos, rupturas sentimentales, complejos, traumas, ataques de ira...) La relación que tengamos con el dolor es clave. Si logramos distanciarnos de él no sufriremos tanto.

Las pérdidas, ya sea de seres queridos, de empleo, quiebras económicas u otro tipo de pérdidas, son motivo de congoja y pesares. En la vida perdemos muchas veces. Pero eso nunca debe ser excusa para atormentarnos o destrozarnos. Tras un  período lógico de duelo y aflicción, es preciso superar la pérdida. Hay que seguir. Siempre adelante.

Penalidades, obstáculos e infortunios de todo laya, junto con los reveses de la Fortuna son causa habitual de tribulación. Estos contratiempos y dificultades, en especial las que no hemos previsto en nuestros cálculos, nos provocan sentimientos de decepción, abatimiento y frustración. La vida puede sorprendernos negativamente en cualquier etapa del camino con calamidades y desgracias que golpean con fuerza nuestro ánimo. La vida está jalonada de penosas adversidades. Casi nunca faltan apuros, contrariedades, escollos, aprietos. Incluso a veces, para colmo de males, irrumpe la fatalidad. Ante esta realidad, ¿qué podemos hacer? Volvernos más fuertes y resistentes, endurecernos (sin perder la sensibilidad) y utilizar las dificultades y reveses para curtir nuestro carácter.

Sufrimos debido a las emociones negativas. Emociones tales como: angustia, furia, desesperación, desamparo, enfado, frustración, odio, rencor, desconsuelo, celos, miedo, envidia, tristeza, sed de venganza... La lista es larga. Las llamadas emociones aflictivas causan malestar, sensaciones desagradables, agitación, confusión, agobio, tensión, pesar. Y, sin ninguna duda, son una de las principales causas de infelicidad y sufrimiento. 

Los remordimientos hacen sufrir. Con frecuencia a las personas que cometieron acciones reprobables o se comportaron de una manera abyecta, les persigue su mala conciencia. En el Dhammapada, capítulo I, se expresa muy bien esta idea: "Sufre ahora y sufre después. Sufre en ambos estados. "He actuado mal", se dice sufriendo. Además, sufre abocándose a un estado más doloroso. Así el que mal obra".

Otro tipo de padecimiento radica en estar separados de nuestra naturaleza búdica. Se trata de una especie de sufrimiento latente. Sufrimos por estar apartados de nuestra propia naturaleza búdica y, en consecuencia, nos hallamos lejos de la Iluminación. Estamos demasiado inmersos en el "samsara". No obstante, estar en el "samsara" (la mundanidad) no es el problema. La cuestión verdaderamente importante es cómo decidimos relacionarnos con el "samsara", cual será nuestra actitud hacia él.

EL BUDISMO Y EL SUFRIMIENTO

A veces se oyen críticas hacia el budismo porque éste se refiere con frecuencia a los padecimientos. El objetivo de la religión budista no es que estemos obsesionados con el dolor y el sufrimiento. Pero esta religión no pide a sus seguidores que miren para otro lado o que busquen vías de escapismo cuando aparecen los sufrimientos. Los monjes budistas nos incitan a observar la realidad, (aunque sea en ocasiones dolorosa), a analizarla con calma, y a meditar sobre ella.

La meta final que persigue el budismo es superar el sufrimiento para poder llevar una vida plena y feliz.

¿Es posible superar  el sufrimiento?

Según Buda, sí. Se puede trascender el sufrimiento. El encontró la solución al sufrimiento. No cejó en su empeño hasta que la encontró. Y, después, quiso compartir ese descubrimiento. Es posible liberarse y existen herramientas para ello. Hay conocimiento suficiente para que podáis emprender este viaje con garantía. Y, finalmente, se consigue. La liberación se halla a nuestro alcance.

A fin de lograr este propósito, lo primero que conviene hacer es reflexionar sobre las enseñanzas (no sólo escucharlas) y después aplicarlas a la vida cotidiana. También es importante reconocer nuestros estados mentales en el momento en que aparecen. "Aquí está el ego fastidiando", "Ahora me estoy poniendo nervioso", "La verdad es que siento envidia del éxito de mi hermano", "En este momento estoy tranquilo", "Estoy sufriendo un ataque de ira. Debo controlarme", "Me siento agitado; tengo demasiados pensamientos en la cabeza"...

En lugar de lamentarte, observa con calma tus sufrimientos. Si quieres sobrellevar los padecimientos e incluso vencerlos conviene observarlos con el objetivo de conocerlos mejor. Mediante la técnica de la meditación practicada regularmente obtendrás un conocimiento detallado de las emociones negativas normalmente asociadas al sufrimiento: tristeza, decepción, sentirse víctima, estados depresivos, autoculpabilizacion, desesperación, tensión, melancolía, disgusto... Cuando observas con plena atención (mindfulness) las emociones negativas, preguntándote cómo, cuándo y por qué surgen en el interior de tu mente, sus características, esas emociones se van calmando y ya no nos hacen tanto daño.

El cese del sufrimiento está muy relacionado con el Despertar. Con vistas a alcanzar el Despertar, es importante dedicar una parte de la vida al estudio, a la adquisición de conocimientos (¡ojo!, sin hacerse adictos al conocimiento). La motivación y la intención sin duda, son relevantes para tal propósito; los monjes insisten en la motivación como motor del camino. El esfuerzo gozoso también juega un gran papel. Aunque nos cueste progresar en el camino espiritual, debemos tener en cuenta que es para mejor y eso nos da alegría. Yo quiero mejorar para que todos los seres mejoren.



Cuanto mayor sea nuestro compromiso con el camino, menos vulnerables seremos al sufrimiento. Buda Sakyamuni mostró el camino: la concentración (samadi), la sabiduría (prajña), la moralidad (sila). Hay que evitar las 10 acciones no virtuosas (no robar, no matar, no mentir, no chismorrear, etc.) Y esforzarte por comprender la motivación correcta, la compasión correcta, activar correctamente, el modo de vida adecuado, la atención correcta... El esfuerzo gozoso no debe decaer. Seguir el Óctuple Camino (obrar perfectamente, atención perfecta, etc.). Y adquirir el mayor conocimiento posible, con el fin de ver las cosas tal como son.

Hay que preguntarse: ¿Qué es el apego? ¿Qué es el sufrimiento? Esto es fundamental, ya que el apego es el origen de muchos sufrimientos. Conviene desasirse de los apegos y disolver las ataduras. Debemos ir renunciando a los apegos que nos atenazan, sea cual sea su número o intensidad. En el Sutra del Diamante Buda afirma: "No debemos sentir apego por nada". Hay que desprenderse del yo, renunciando a las inclinaciones perniciosas y a las sensaciones agradables; deshacerse de tantos apegos que nos atan, apegos que constituyen en realidad cadenas. Esos apegos no nos benefician. Muy al contrario, nos perjudican, habida cuenta de que no nos permiten realizar progresos en el camino espiritual. La renuncia es liberación. RENUNCIA = LIBERTAD.

En el camino del Dharma, la benevolencia supone una gran motivación. La benevolencia ha de ser proyectada primero sobre uno mismo y luego sobre los demás. Mejora tú, después podrás ayudar a los demás.

Amar por partes no. Amar sólo a esto o aquello de manera fragmentaria, no. Quizá sea mejor esto: voy a sentir AMOR POR TODO, voy a AMAR LA VIDA. La energía que perdemos en tareas inútiles dediquémosla al amor.

Si deseas hablar de alguien, habla entonces de su parte buena, de sus cualidades, de sus logros, y haz elogios de esa persona. No malgastar el tiempo en cotilleos. Lamentablemente, en las redes sociales se cotillea sin descanso. No matar animales, no pisar hormigas cuando camines por un parque. No robar y no me refiero únicamente a robar dinero; hay diversas formas de robo, como robar el tiempo de otra persona, robarle la esposa a alguien. Robar la energía de la gente, porque cuando estamos mal nos comportamos de un modo invasivo. Abstenerse de conductas sexuales inapropiadas: con menores, discapacitados, monjes/as, en el templo, etc. A una escala mayor se encontrarían los delitos de tráfico ilegal de armas, asesinato, venta de drogas, proxenetismo, usura, que por supuesto son conductas totalmente rechazables. Todo lo dicho conforma "grosso modo" el sendero espiritual budista, que se puede resumir en tres palabras: "NO HACER DAÑO". Tan importante como evitar el sufrimiento propio es no causar sufrimiento a los demás seres.

Para evitar el sufrimiento hace falta una labor de prevención. Es necesario impedir que surjan estados mentales insanos. El budismo recomienda estar vigilantes y observar meticulosamente todo cuanto sucede en nuestra mente. Para ello contamos con dos herramientas excelentes: la concentración y la atención. Sin duda es mejor corregir previamente y atajar los problemas antes de que aparezcan. Lo corrobora un sabio refrán: más vale prevenir que curar.

Sabemos que hay procesos que conducen al sufrimiento. En estos casos, lo inteligente es detener ese proceso antes de que se produzca un desenlace doloroso. Otro modo de prevención es tener en cuenta los consejos y advertencias que nos dan los demás acerca de nuestras decisiones. Si varias personas nos advierten de algún peligro o de que alguna decisión nuestra podría traer consecuencias negativas, debemos analizar esas advertencias.  

Vivir situaciones y experiencias que nos hacen sufrir y nos hacen daño es parte de la vida. Si aceptamos serenamente el sufrimiento como algo natural, como un elemento integrante de la vida sentiremos cierto alivio. Insisto en esta idea: no conviene reaccionar mal cuando los sufrimientos lleguen a nuestra vida. Es un error pensar: "¿Por qué a mi?" y caer en un estado de lamentaciones sin fin. Aunque a veces resulte difícil, debemos aceptar con tranquilidad y madurez los padecimientos. 

Cuando lo pasamos mal experimentamos un proceso para que la herida se cierre. Transcurrido este período de recuperación, nosotros somos los que decidimos si nos quedamos estancados en ese recuerdo o no. Por tanto, es decisión nuestra superar las malas experiencias lo antes posible, pasar página y encontrar paz en las pequeñas cosas del día a día.

Un estado mental caracterizado por quejas, reproches, lamentaciones y mucha negatividad desemboca en el sufrimiento. "No soporto lo que hace tal partido político", "Tengo ganas de vengarme. Me las van a pagar", "Pero qué desagradables son los achaques de la edad", "Cuantos médicos tengo que visitar, estoy harto", "¿Por qué tengo tantos problemas?" Esta clase de actitudes genera sufrimiento, máxime si se mantienen durante mucho tiempo. Incluso pueden llegar a afectar a nivel físico: traduciéndose en úlceras, dolores de cabeza, subida del nivel de cortisol (la hormona del estrés). Por ese motivo es tan importante prevenir. La filosofía budista nos propone la búsqueda de la liberación, como método de prevención del sufrimiento.

Imitemos en la medida de nuestras posibilidades a los monjes y monjas budistas que practican los rezos, la meditación, el mindfulness y otras maneras de vencer el sufrimiento. Los monjes se sientan tranquilamente y observan profundamente la naturaleza del sufrimiento y las posibles soluciones. Puede que a veces no tengamos el tiempo necesario para meditar o rezar oraciones como lo hacen los monjes, pero es importante hacerlo. Si lo hacemos descubriremos la naturaleza de nuestro sufrimiento y seguramente encontraremos un camino de salida. Esto es precisamente lo que Buda dijo: "Mira con profundidad la naturaleza del sufrimiento para ver las causas del sufrimiento y el camino de salida".

Fijarse demasiado en lo negativo. Esta tendencia, tan marcada en el ser humano, hace que nos olvidemos de los aspectos positivos de las situaciones y las personas. Si hacemos esto con excesiva frecuencia, nuestro carácter puede agriarse o quizá entremos en un estado mental de pesimismo. Cuando nos muestran una hoja blanca de papel con un punto negro, únicamente vemos el punto. Hemos olvidado la parte blanca, que es mucho más grande. Algo parecido ocurre en nuestras vidas. Nuestra atención es atraída inmediatamente por "lo negro", la negatividad, pasando por alto "lo bueno", el lado positivo. No queda otro remedio que realizar el esfuerzo de adquirir una visión equilibrada de los hechos, una visión que no ignore el conjunto de los aspectos.

Un antídoto eficaz contra el sufrimiento es la sabiduría de la vacuidad ("sunyata"). Ir gradualmente introduciéndonos en la sabiduría de la vacuidad, y la no substancialidad, la ausencia de realidad inherente. Y proseguir en el estudio de la vaciedad hasta materializarlo en nuestra vida cotidiana. O, al menos, tenerlo en mente, captar la definición. Esta es una cuestión fundamental.  Recordemos al respecto que sólo un verdadero maestro es capaz de explicar bien la sabiduría de la vacuidad.

Hago hincapié en la relevancia de elegir un buen maestro. Las enseñanzas de un maestro competente nos harán comprender mejor la religión budista en todos sus innumerables matices. Y por supuesto el conocimiento del Dharma (las enseñanzas de Buda) traerá como consecuencia la superación del sufrimiento. Acaba de aparecer el tema de la elección de las fuentes de conocimiento: ¿Cuáles son las fuentes de mi conocimiento? Hay que saber elegir esas  fuentes: buenos libros, maestros preparados, etc. De esta elección dependen cosas importantes relacionadas con el desarrollo espiritual. Para ahorrarnos pesares es útil también reflexionar acerca de otro gran concepto del budismo: la impermanencia. Debemos aplicar esta idea en nuestra vida diaria. Si lo hacemos, evitaremos decepciones y disgustos. La naturaleza de la vida es el cambio. Aceptemos esos cambios inevitables con serenidad.

Romper el egocentrismo, ser bondadoso y simpático con los demás... Estas actitudes y conductas vacían de rabia y frustración nuestra mente y nos alejan de las emociones negativas, causantes de una parte importante de nuestros sufrimientos.

No te encierres demasiado en ti mismo cuando llegue el sufrimiento. No lo vivas solo individualmente. Porque el sufrimiento tiene una dimensión colectiva, por así decirlo. Nos afecta a todos. Tenlo en cuenta. El sufrimiento va unido a la condición humana. Es una experiencia por la que tarde o temprano pasan todos los seres humanos. Creo que si lo vemos desde esta perspectiva, la intensidad del sufrimiento disminuye.

Meditemos sobre los aspectos positivos del sufrimiento, aspectos positivos que existen, aunque en principio cueste creerlo. Por ejemplo, los sufrimientos que padecemos nos ayudan a comprender los sufrimientos de los demás. De algún modo nos hacen más humanos y, a la vez, nos animan a ser más compasivos. Si el sufrimiento está ocasionado por una pérdida (algo frecuente, por cierto), una pérdida de salud, de pareja, de un amigo, etc., esta situación en ocasiones nos hace valorar más lo que  perdimos. De las situaciones dolorosas por las que atravesamos se pueden extraer grandes enseñanzas. Pensar de este modo contribuirá a pacificar nuestros pesares y padecimientos.

Si alguien te daña y te hace sufrir, deja espacio en tu mente para desearle lo mejor. Esta es la recomendación del budismo. NO ODIAR, no alimentar el deseo de venganza hacia la persona que te causó el daño. Uno tiende a pensar de este modo: es una persona malvada, perversa, un auténtico demonio. En realidad, esa persona no es malvada, si no que hace cosas malas. Es muy distinto. Esa persona que te está causando daño seguramente vive perdida, está sufriendo. Por eso no la odies. Si dejas que se instaure en tu corazón la animadversión, esa animadversión te hará sufrir. Un buen ejemplo de lo que acabo de decir es la actitud del Dalai Lama con respecto a China. El Dalai Lama no odia a los chinos, a pesar de que el ejército chino invadió el Tíbet. Los adversarios o enemigos nos brindan la oportunidad de ejercitar y desarrollar "paramitas" como la paciencia y la generosidad. 

Valorar los problemas, porque de los problemas aprendemos: son una valiosa fuente de enseñanzas y de aprendizaje.

Enfrentarse a las dificultades nos hace más fuertes.

Reflexionar, reflexionar...

Aplicar las enseñanzas budistas en la vida diaria, en situaciones concretas. 

Durante las sesiones de meditación, centrarnos en la compasión, la interdependencia, la impermanencia (o cambio), la sabiduría de la vacuidad.

Impermanencia, compasión... Todos ellos son temas fundamentales de la filosofía budista. Todos ellos arrojan luz sobre el tema del sufrimiento y como tratarlo.

Si seguimos las enseñanzas de Buda, vamos a mejorar la calidad de nuestra vida.

Manejaremos herramientas muy útiles para prevenir el sufrimiento y para combatir los padecimientos cuando éstos lleguen.

La emociones negativas nos hacen sufrir mucho. Debemos aprender cómo pacificarlas, por ejemplo, mediante la meditación. 

Al mejorar nuestra vida, también mejoramos nuestro entorno familiar, laboral, de amistad, etc.






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