EL APEGO
(este artículo ha sido actualizado por última vez el dia 16 de febrero)
"Nuestros problemas se deben a un apego
apasionado a las cosas y a un deseo
que no se satisface por completo."
Dalai Lama
Básicamente, el apego es sufrimiento. El apego es el sufrimiento y la causa del sufrimiento. La libertad y la paz las encontramos cuando superamos el apego al objeto de deseo.
Cuando estamos enredados con un objeto, no miramos el proceso mental del apego. Creemos que ese objeto es muy importante, pero no es así. Prueba de ello es que cuando esta atadura pasa, nos damos cuenta de que no era tan importante.
¿Qué es el apego? Sentir que estamos mentalmente atados o que somos dependientes de ese objeto. Ha aparecido una dependencia. Sin duda se ha creado una necesidad.
"Libre de apego" no significa que rechacemos el objeto. Significa que nos soltamos de la atadura respecto al objeto. Al estar libres de aferramiento, aparece una gran ventaja: podremos disfrutar sanamente del objeto sin esa sensación de atadura.
Conviene que nos ocupemos ahora de los distintos tipos de apego. La lista es larga. Apego a los bienes materiales, al consumismo, a las comodidades, al hedonismo (los placeres), al estatus económico, al dinero, al móvil, al juego, al alcohol, al sexo, al yo, a los honores, al prestigio, a una ideología específica, a un partido político, a un líder, al poder, etc.
En el caso del apego extremo, la atadura que se genera es extraordinariamente fuerte. Hablamos entonces de una necesidad excesiva, enfermiza. Un sentimiento ineludible, una adicción imperiosa y severa que incluso puede llegar a convertirse en una esclavitud muy difícil de vencer. El apasionamiento desmedido también se puede considerar una gran atadura.
La intensidad del apego podemos clasificarla en tres niveles: leve o escaso, medio o moderado y máximo o muy elevado. También se podrían usar cuantificadores que determinen la cantidad de apego: poco, bastante, mucho, demasiado, etc. Por ejemplo, siento DEMASIADO apego al alcohol. O estoy MUY apegado al dinero.
Sugiero que nos hagamos preguntas: ¿Qué cantidad de apego le tengo al dinero? ¿a la pareja? ¿al prestigio? ¿a los títulos académicos? ¿al juego? ¿al tabaco? ¿al fútbol? ¿a un partido político?... Si consideramos que es elevado o excesivo ese apego sería aconsejable reducirlo.
Debemos afrontar las emociones en la vida cotidiana. Saber penetrar con sagacidad en los distintos tipos de emociones, especialmente, en las no saludables como la preocupación, el estrés, la frustración, la confusión, el apego, el deseo extremo... Todo el mundo puede hacerlo.
Dichas sensaciones carecen de identidad, de substancialidad. Se puede estudiar más este tema, pero en un primer nivel podemos practicar la observación de las sensaciones. Observar, por ejemplo, su impermanencia: cómo surgen las sensaciones, como se mantienen durante cierto tiempo y, finalmente, cómo se desvanecen en el interior de la mente. La observación atenta nos permitirá reunir información sobre las emociones negativas con el fin de controlar sus efectos dañinos. Todo esto se puede aplicar al apego perfectamente.
La liberación del apego debe ser bien entendida. Buscamos la liberación del apego, de la necesidad. Anhelamos la liberación con respecto de esos grilletes. Surge el deseo extremo, la preocupación, el estrés sin darnos cuenta. Cuando tenemos un deseo extremo, desmesurado, nos causa estrés, desequilibrio y reacciones de intolerancia. Con otras palabras, sentimos una fuerte adherencia al objeto de apego, una dependencia bastante intensa. Buda penetró en cada una de estas emociones con sabiduría.
Resulta útil confirmar cómo nos afecta el apego, de qué forma exactamente. Seamos conscientes de cómo nos influye el apego, de sus consecuencias, de las molestias y trastornos que causa. De este modo, la sensación de aferramiento que surja se irá calmando. Cuanto más intenso sea el apego, más plena deberá ser la atención, para que disminuya esa intensidad.
Vale lo mismo este proceso de observación para cualquier otra experiencia mental. Por ejemplo, muchas veces tenemos miedo del sufrimiento. Hay que entender este miedo de forma precisa. Con el estrés haríamos lo mismo. Es fundamental penetrar en las experiencias mentales, no importa cuál sea su tipo o intensidad.
Seguimos atados a los objetos de nuestro deseo.
Debemos practicar el desapego con más frecuencia .
No dejarse dominar ni por el agrado ni por la aversión.
Obrar sin apego.
Alejarnos, desprendernos del objeto de apego, sea cual sea.
Poner en práctica el distanciamiento.
Hacer desaparecer ese pegamento que nos mantiene adheridos.
Y vencer cualquier inclinación exagerada.
De este modo evitaremos sufrimientos, pues el apego es fuente de dolor.
El deseo, que suele conducirnos al apego, posee una gran fuerza.
El deseo es como un fuego que arde.
El deseo es capaz de ofuscar la mente.
Es preciso vencer el deseo. ¿Cómo?
Mediante el conocimiento y la sabiduría.
"Por sus apegos sufre el hombre", afirma Buda.
La meditación nos ayudará a liberarnos del apego.
Así estaremos libres de las cadenas que forja el apego.
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