LA LUCHA CONTRA EL EJÉRCITO DE MARA
El combate por hoy ha terminado,tras horas de lucha, colmada de lances reñidos.
Yacen en el suelo del campo de batalla varios enemigos llenos de polvo:
La Codicia fue extinguida, el dolor mitigado, la agresiva Ira subyugada, la Envidia reprimida, los Velos y Engaños de la mente apartados (de momento), el Ego arrogante sólo parcialmente sometido.
Tendidos por doquier sobre la arena se divisan los restos de los oponentes, la mayoría adversarios peligrosos:
El Odio ha sido apaciguado, los persistentes Deseos contenidos (aunque no vencidos del todo), el espíritu de Discordia huyó corriendo de manera cómica, la Mezquindad por fin derrotada, la temible Malicia pisoteada (más no aniquilada), tanto el Orgullo como su hermana la Soberbia derribados.
La pugna ha sido cruenta, cierto, con resultado a nuestro favor, pero se trata únicamente de una batalla entre muchas que se han de librar.
La guerra se reanudará. Las tropas enemigas se organizarán de nuevo y, sin ninguna duda, ya han decidido atacar cuando amanezca.
Están bien pertrechados y cuentan con refuerzos, gran número de soldados en reserva. Sus tácticas son eficaces, su estrategia, inmejorable.
Siempre eligen bien el terreno y no desaprovechan ocasiones. Las tropas rivales luchan con denuedo; jamás se dan por vencidos ni se rinden sin haber presentado recia y tenaz oposición. Su espíritu marcial es incuestionable.
Comanda este ejército desde hace años el temido General Mara, "Señor del Deseo", quien ostenta otros títulos como "Marqués de la Codicia", "Conde del Apego" y "Rey del Samsara".
Comienza un nuevo día, la lucha se reanuda, los adivinos presagian una batalla encarnizada, los regimientos hostiles se posicionan en la ladera en formación de ataque.
A continuación, una lluvia de flechas, algunas de ellas incendiadas, después arrojan lanzas con vigor y desenvainan sus relucientes y afiladas espadas. Los capitanes ordenan: "¡A la carga!"
La impetuosa ira, que despierta pavor, acomete contra nosotros mostrando fiereza. El odio a su vez también entra en combate y aplasta a sus oponentes con violentos porrazos de martillo. El batallón de los deseos pronto causa estragos. La briosa envidia infringe heridas de gravedad. El apego, impulsado por el deseo y la ignorancia, crea enorme confusión a su alrededor. La pujante avaricia asesta golpes muy dolorosos. La avidez de fama y honores clava su lanza. La búsqueda de placeres sensoriales arroja pedruscos. El anhelo de poder político da puñetazos. El incesante deseo de prestigio hunde su espada. La ambición sin freno está usando armas secretas. Y las adicciones golpean con su potente hacha.
En el estruendoso fragor de la contienda se mezclan el ruido metálico de las armas que colisionan entre sí con los gemidos y alaridos de los combatientes malheridos o agonizantes,
Menos mal que frente a estas huestes bien armadas compuestas por rivales temibles y poderosos, nosotros, afortunadamente, también disponemos de armas eficaces.
Sólidos cascos de escudos, armaduras de hierro forjado, que blindan nuestros cuerpos, "paramitas" que protegen la mente, así como infantería y caballería. Coraje y Valor no nos faltan en ningún enfrentamiento. La contienda prosigue y con cada amanecer se renueva.
El General Mara envía sus tropas en repetidas ofensivas. Nosotros debemos defendernos los con el arsenal de armas y recursos a nuestra disposición: la Sabiduría, la Meditación, los Preceptos Éticos, las Virtudes o Perfecciones, que son lo mejor y más granado de nuestro ejército. Además contamos con el escuadrón de élite, los mejores soldados, aquellos que más se distinguen por su destreza y lealtad.
Confío en ellos para ganar cualquier batalla contra las fuerzas del insidioso y acechante Mara.
Estamos seguros de que al final de cada combate nuestros estandartes ondearán victoriosos.
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