LOS VELOS, LA DUALIDAD, EL YO, LA CONCIENCIA CLARA, EL SUFRIMIENTO, LA MADUREZ

 Hablamos con diversas personas a lo largo del día. Hay conversaciones que nos traen conflictos, otras son neutrales (es decir: no nos acarrean perjuicios, aunque tampoco nada especialmente beneficioso) y las hay también que nos aportan cosas buenas. Como es natural, conviene evitar las conversaciones y diálogos que nos traerán problemas. En lo que atañe a las charla fútiles, banales o de poco interés que nada aportan, realmente son una pérdida de tiempo. 

Luego retornaremos al tema de las conversaciones y lo que nos pueden ofrecer. Ahora quiero decir algunas palabras sobre el Dharma (las enseñanzas búdicas). El cambio a través del Dharma implica desarrollo. Bajo el impulso o inspiración del Dharma, no tas que empiezas a avanzar espiritualmente. Te das cuenta con mayor nitidez de la belleza de la vida y también te vuelves más sensible a sus maravillas.

Nuestra mente se halla envuelta en tupidos velos, debido principalmente a la elaboración conceptual. Dichos velos, que son muy numerosos, generan inquietud, descontento e insatisfacción frecuente. Para levantar estos velos engañosos que inducen a error no queda más remedio que reflexionar y descubrir la verdad.

El problema radica no en la realidad misma sino en las etiquetas e interpretaciones emanadas de la mente, las cuales una y otra vez, de forma obstinada, generan opacidad y ocultan la realidad. Estas categorías, etiquetas, prejuicios, patrones de pensamiento, complejos, bloqueos, conceptos, ideas poco sensatas inculcadas en la infancia, etc son como cortinas que tapan la realidad.

Es preciso ver la realidad. Tanto la interior como la exterior, sin cortinas que la tapen, resta tal como es (la calidad). Precisamente ahí, en la percepción de lo real, sin velos ni cortinajes, se halla la paz y la posibilidad de transformación. Precisamente a partir de ahí y como resultado de esa mirada lúcida libre de engaños e ideas preconcebidas, y también debido al esfuerzo realizado para transformarnos, al final se produce la liberación.

Si queremos superar el desasosiego y la insatisfacción, los maestros aconsejan observar minuciosamente nuestro modo de pensar: como reaccionamos ante lo que nos sucede, la manera que tenemos de conceptualizar, de categorizar y etiquetar.


Retomo el tema inicial sobre las conversaciones. Las conversaciones con amigos, vecinos, pareja, familiares o colegas del trabajo con cierta frecuencia derivan en conflictos, tensiones y desencuentros. Esta experiencia la tenemos todos. ¿Cuántos conflictos nos provocan nuestras charlas y conversaciones? A veces muchos, otras veces menos. Pero lo cierto es que suele ser una fuente de conflictividad.

"Lo que dijo me molestó. Metí la pata al hacer tal afirmación. Debería haberme callado. Se me escapó ese secreto. La odio por haber dicho aquello. ¡Cómo se atreve a criticar así a mi hermana!" Al parecer, no somos muy conscientes de lo que decimos en nuestras conversaciones. No somos realmente conscientes, cuando hablamos con otras personas, de nuestros pensamientos y conductas, de la consecuencias de nuestras palabras. De forma necia e imprudente olvidamos los sabios las sabias recomendaciones de los refranes y proverbios que aconsejan pensar antes de hablar: la palabra es plata y el silencio oro, cuenta hasta diez antes de hablar, mide las consecuencias de tus palabras, las palabras son capaces de herir como una espada, etc. 

Por supuesto, no nos anticipamos ni prevemos las distintas clases de conflictos que vendrán después de las conversaciones inapropiadas en las que decimos lo que no se debe decir: impertinencias, disparates, sandeces, insensateces, datos sin comprobar, falsedades, insultos, palabras fruto de la envidia, calumnias, infundios, comentarios mendaces, mentiras, críticas sin fundamento, chismorreos, demasiados chismorreos.

Por favor, os ruego que analicemos lo que pensamos y hablamos, ya que nuestras palabras después nos traen felicidad o desdicha. Nos quejamos por la inquietud y la infelicidad que hay en nuestra vida, pero en pocas ocasiones nos detenemos a analizar de donde proceden. La desdicha y la falta de quietud a menudo se originan precisamente en los cotilleos, en el compararse con los demás, el espíritu de rivalidad, el competir unos con otros...

Reflexionemos sin prisa, teniendo en consideración y sopesando cada uno de los aspectos que intervienen. Creo que estamos de acuerdo en que las conversaciones impertinentes e insensatas, en especial las habladurías y murmuraciones y la maledicencia en general son causa de mucha infelicidad; tanto para quienes pronunciaron aquellas palabras como para quienes fueron objeto de  burla o crítica maliciosa.

Si la mente está positiva y saludable, la conducta será acertada e igualmente saludable. Según el budismo, todo empieza en nuestra mente. Purifica la mente, pacifícala, aquiétala, que la mente entre en el estado de sosiego. Esto es de vital importancia.



Vamos a realizar ahora una pequeña meditación:

Al inhalar profundamente
entra energía en nuestro ser,
al exhalar, salen todas las impresiones negativas.

Cuando inhalamos por la nariz, un oxígeno puro 
se introduce en todo el cuerpo, 
llega a todos los órganos 
e impregna cada una de nuestras células.

Sientes descanso, en el nivel físico
y también mentalmente.
Cuando exhalas, nos abandonan
todas las expresiones negativas.

Lentamente inhalo oxígeno y vida
exhalo inquietud.
Inhalo energía, al exhalar descargo preocupación.
Despacio, a ritmo pausado
inhalo aire puro
y después exhalo negatividad.

Pon atención al proceso de inhalación y exhalación, 
una atención plena, abierta, fuerte.
Estás consciente del aire que entra y sal
momento a momento.
Observa: por donde, como, cuando va saliendo el aire.

De este modo nuestra mente
se apacigua,
así, tan facilmente.
Surge una pacificación general
no solo de la mente
también el cuerpo físico.

Con el tiempo
todas las emociones,
sentimientos y sensaciones
se van calmando.
Si hay sensaciones incómodas
no les hagas caso.

A mediad que avanza la meditación
(inhalación, exhalación,
entra aire, sale aire)
también se sosiegan estas sensaciones molestas.
La mente se distrae a veces,
esto es lo normal.

Cuando suceda,
cuenta despacio 10 inhalaciones,
para que la mente se concentre
de nuevo en la respiración.
Unos 15 minutos de silencio meditativo.
(...)

Por el sendero del Buda, lo que descubres es que día a día estás en una dinámica dualista que no fomenta un estado mental equilibrado y estable. Estamos unidos, lastimosamente, en un tira y afloja, entre un polo y su opuesto, es decir, entre el deseo y el rechazo, lo beneficioso y lo perjudicial, la atracción y la repulsión... Así andamos todo el día: me gusta/no me gusta, acercamiento, alejamiento, búsqueda y huída, apego y separación. Y todo este ajetreo con que finalidad, pues normalmente para intentar defender, cueste lo que cueste, nuestro YO idolatrado, ese yo obsesionado por ganar y no perder (siempre la dualidad). El objetivo es proteger y defender el supuesto "centro de todo": nuestro EGO, un ego equivocadamente magnificado y esculpido con mayúsculas.

Vamos a tratar el tema del yo con cierto detenimiento. ¿Cual es nuestra esencia en realidad? Esa esencia, de acuerdo con la filosofía budista, no es algo misterioso o extraño, es algo sencillo. Sidadhartha Gautama nos enseña a reconocer nuestras experiencias mentales. En esta labor de reconocimiento aparece enseguida la  ignorancia. Y debemos librarnos de ella. Es preciso librarse de los velos de los conceptos. El concepto teje los velos, coloca lazos como un trampero astuto y enreda la mente; no la deja ver con claridad.

Por ejemplo, el cuenco que ahora sostengo en mi mano no es el cuenco real, son muy distintos uno de otro. Esto se debe a los velos conceptuales que no nos permiten ver la realidad. Los velos son los responsables de nuestra ignorancia. La ignorancia también está muy relacionada con el yo. Para luchar contra las emociones negativas conviene tener en cuenta el yo. Todas las emociones perjudiciales acaban cuando termina el yo o, mejor dicho, cuando finaliza la idea que habitualmente manejamos del yo. Ese yo es el ego. Se trata de un yo que, bien mirado, no contiene casi nada, está vacío y hueco, es una percepción subjetiva, una mera etiqueta mental y, en definitiva no representa nuestra esencia. Por tanto es necesario conocer el ego: como lo construimos, su funcionamiento, comportamiento, etc. Dentro de la senda que sugiere el budismo, sin duda, esta es una cuestión clave.

Dediquemos tiempo y empeño a estudiar el sufrimiento ("dukka") y como superar el sufrimiento. ¿Qué es el dolor, la zozobra, la angustia, el descontento, la insatisfacción? Es preciso conocer cada tipo de sufrimiento con sus características y detalles precisos. Si no reconoces el sufrimiento, seguramente estarás sufriendo con más intensidad. Todo sufrimiento viene de la ignorancia. Por fortuna, disponemos de recursos para vencer el sufrimiento en sus distintas manifestaciones psicológicas. Numerosos obstáculos desaparecen si consigues fortalecer la estabilidad mental. Por consiguiente, hay que saber que es el sufrimiento. Ese sería el primer paso en la lucha por la superación del mismo. No basta con derramar lágrimas y quejarnos amargamente. Esto no es una solución.




¿Cuál es el antídoto final, definitivo contra los sufrimiento? El Nirvana, la liberación, la transformación completa. Esa es la solución, según el budismo. Nirvana no se debería describir como un reino místico o misterioso ubicado en un paraje recóndito de difícil acceso. Es algo más cercano y próximo a nosotros, propio del ámbito en el que nos desenvolvemos normalmente. Si logramos, tras años de meditación y aprendizaje, apartar los velos conceptuales que enturbian nuestra percepción, aflora entonces algo puro, la mente clara y prístina, la conciencia primordial. 

Esa conciencia clara siempre estuvo ahí oculta por el cortinaje de nubes grises de los velos, trampas y engaños de la mente. Al retirarse los nubarrones, aparece con todo su esplendor la conciencia luminosa. La conciencia pura de acuerdo con los textos y descripciones budistas, constituye nuestra naturaleza más esencial. Experimentar la vida desde esta clase de conciencia es completamente distinto. Una vez asentados en la conciencia pura, que no es dual ni conceptual, que ha transcendido los velos impuestos por los conceptos, se siente un gran gozo (una alegría especial), el ego ficticio se evapora, conoces las cosas como son gracias a una visión penetrante, estás dotado de serenidad y ecuanimidad, los sufrimientos no afectan tanto, estás conectado con el ser y el corazón experimenta un profundo amor compasivo hacia todos los seres sin distinción.

Sakyamuni propone salir de la dualidad y experimentar la mente luminosa, la conciencia pura sin dejarse arrastrar por los pares bueno/malo o apego/rechazo, un estado mental diferente, superior a los parámetros dualistas. En este estado de la mente anida la verdad última. En el estado de conciencia pura se constata una ausencia del yo. Porque el "yo real" no es el yo que imaginamos: el yo que nos imaginamos es tan sólo una idea, una etiqueta conceptual. Sólo existe una puerta hacia la Iluminación: el amor-bondad. La ira, la envidia, la avaricia y las demás emociones y estados mentales dañinos cierran esa puerta. Ser bondadoso no es sólo un rasgo indicativo de que eres buena persona. Además, se requiere sabiduría para ser bondadoso y caritativo. Como dije anteriormente, las emociones aflictivas se acaban cuando cesa el egoísmo. De ahí la conveniencia de domesticar el ego, y de reducir su tamaño, por lo común abultado.

¿Cómo empieza uno a dar los primeros pasos por el itinerario que nos conduce al no-egoísmo? Es necesario examinar meticulosamente que idea tenemos del yo. ¿Qué es el yo? Nosotros tenemos cuerpo físico: piernas, manos, brazos, cabeza, etc. La cabeza no es el yo, las manos no son el yo, ni las piernas. La espalda, los pulmones, los riñones tampoco son el yo. El cerebro por sí sólo no es el yo. La sangre, el aire que respiramos, el calor, los huesos, articulaciones, músculos, tendones, no son el yo, ni por separado ni en su conjunto. Tampoco el espacio que hay entre los huecos de nuestros órganos ni entre los átomos a nivel microscópico. Mi corazón no es el yo. 

No sentimos que estas partes u órganos sean el yo. ¿Entonces el yo es una idea mental? ¿El yo existe físicamente? Podríamos decir: la mente es el yo. Pero dentro de la mente encontramos muchas cosas: recuerdos, emociones, conciencias sensoriales, proyectos, pensamientos... Las ideas que produce la mente tampoco son yo exactamente. ¿Por qué entonces atribuimos tanta consistencia al yo? ¿Por qué motivo nos parece bastante sólido el yo, tan honorable que incluso llegamos a creer que debe ser protegido, defendido y afianzado a toda costa?



La información que transmiten nuestros sentidos: lo que oímos, lo que tocamos o vemos no soy yo. Yo no es sensación. ¿Donde está ese yo tan compacto que a menudo tememos perder? Tenemos una sensación falsa del yo, una concepción del yo errónea, sin la menor base. Para el budismo, nosotros somos una combinación de cuerpo y mente.

¿Cuál es el papel del yo? La conciencia conoce las cosas. Cuando la mente oye o piensa, es la conciencia quien oye o piensa. El ego no existe de forma independiente con respecto al cuerpo físico. Repito: el ser humano es una combinación de cuerpo y mente. No aparece por ningún lado un tercer elemento: un yo. Sólo somos la combinación de cuerpo físico y mente. Eso es lo que percibo, lo que noto directa, intuitivamente. No siento el ego por mucho que lo busque no encuentro un ego de una pieza, firmemente establecido, con fundamentos resistentes y dotado de solidez.

Ya para terminar, algunas ideas a modo de pinceladas. El sufrimiento siempre va acompañado de etiquetas mentales. Para que tú sufras tienes que pensar primero: "esto es dañino para mí". Y, después, viene sientes el sufrimiento. Expresado de otra manera: en primer lugar va el pensamiento y luego el sentimiento. Lo que vale para los sentimientos negativos se puede aplicar también a los sentimientos positivos. Pensamiento positivo, sentimiento positivo. Después de una idea, opinión o interpretación positiva viene un sentimiento positivo. Las ideas negativas van seguidas de sentimientos negativos. 

Cuando nos aquejan los sufrimientos por el motivo que sea, hay que evitar pensamientos como éste: "¿Por qué me pasa esto a mí?" No pienses así. No hay que tomar los problemas, enfermedades o desgracias de un modo tan personal. La psicología budista recomienda observar nuestras reacciones. Aprender sobre cómo y por qué acabo reaccionando de esa manera. En el idioma español existe la expresión: "tomarse las cosas con filosofía". Esa es precisamente la actitud más sensata también para el budismo en estos casos. Tomar cierta distancia, analizar los obstáculos y nuestras reacciones antes esos obstáculos, para extraer lecciones útiles acerca de las dificultades. 

Otro tema: los cambios. La rueda de la fortuna nunca deja de girar. Pueden venir cambios buenos y favorables. Con otras palabras: a veces el viento sopla a nuestro favor. Sin embargo, lo fácil no tiene porque ser necesariamente positivo. Lo fácil con cierta frecuencia no trae cosas de calidad. Para ser mas preciso: "somos seres crudos", todavía estamos verdes. Nos falta madurar. Y, como bien saben muchos ancianos de larga experiencia vital, se madura a través de los obstáculos y sufrimientos. La existencia humana está llena de ellos. Enfrentándose a las dificultades del día a día, se forma nuestro carácter y maduramos. Aprovechad los escollos y dificultades, así como los sufrimientos de la vida para madurar. Y ser más profundos, más maduros y más fuertes.











Comentarios

Entradas populares

LOS DIEZ BHUMIS DEL BUDISMO

LA COMPASIÓN Y EL EGOÍSMO

LAS 6 PARAMITAS DEL BUDISMO