PRACTICAR LA PACIENCIA
Nosotros practicamos la paciencia para transformarnos mejorando diversos aspectos de nuestras vidas. Cultivamos la "bodichita" también con el objetivo de transformar y cambiar.
Las personas sienten necesidad de amor, compasión y sabiduría. No obstante, la gente sigue viviendo en el "samsara", con todas las limitaciones que ello supone. En ciertas situaciones tal vez no se puede aplicar la sabiduría, ya que no seda el nivel suficiente de entendimiento. Esto constituye una dificultad. No olvidemos que las percepciones falsas se quitan por medio del entendimiento.
Por supuesto, aparte del entendimiento, en el camino de la transformación, es importante la protección, la ayuda y el acompañamiento a los demás. Mediante la compasión pueden acabar las frustraciones.
Para transformarnos, resulta de mucha ayuda conocer la naturaleza impermanente (todo está cambiando) y la sabiduría de la vacuidad (nada posee una esencia sólida). Comprender este tipo de sabiduría nos hará avanzar. Además, la paciencia y la compasión nos dan protección en nuestra andadura.
Según mi propia experiencia, durante la trayectoria espiritual de las personas, se pueden producir circunstancias, vicisitudes y avatares muy diversos. Realmente, a veces, pasan muchas cosas, entre ellas trabas y contratiempos que influyen negativamente en la compasión, socavan nuestra paciencia y merman la firmeza de nuestro convencimiento respecto a las metas que perseguimos.
La gente puede perder el entusiasmo, su interés por avanzar a causa de los disgustos, las decepciones y las frustraciones. Los enfados negativos (porque también hay enfados positivos como la indignación ante un abuso o injusticia) pueden debilitar la mente. El poder del enfado podría incluso dañar el Dharma. y, cómo resultado, la gente abandona el camino y se va a otro lado. Afortunadamente, la paciencia tiene el poder más que suficiente para calmar el enfado y la decepción.
Debes ser sagaz , establecer bien las prioridades y distinguir lo importante de lo accesorio. Es muy relevante buscar la paz interior y la felicidad. En el mundo samsárico (la mundanidad) en el que nos movemos conviene tener un sentido de la vida, captar sus fundamentos y cuidar nuestra mente. Lamentablemente, no cuidamos nuestra mente o solemos cuidarla poco. Por ejemplo, en el ámbito samsárico intentamos torpemente satisfacer la mente con cosas materiales (materialismo, hedonismo, consumismo, etc.). Esta actitud sólo genera más insatisfacción y desdicha.
El sufrimiento interior, la insatisfacción profunda, el desasosiego... todo ésto tiene que ser transformado y purificado. La mente debería estar libre de tales ataduras y contaminaciones. Existen múltiples métodos para modificar las emociones negativas. El más poderoso: la bodichita (benevolencia hacia los demás).
La bodichita purifica los defectos, las enfermedades y patologías de la mente. El amor-bondad.es la última esencia de la conciencia. Mientras existe la conciencia existe el amor-bondad. Es posible alcanzar la mente hermosa, la mente amorosa, la mente bonita. Considero que es factible recuperar la armonía y restaurar el equilibrio interior. Se puede mejorar, sanar, curar la mente, incluso las más dañadas. Queremos ver el poder de los milagros. Lo más hermoso de la vida se halla a nuestro alcance. Para ello, debemos lograr la mente de amor-bondad.
Todos los seres merecen la compasión, el amor y la bondad. No hay ninguna criatura que busque el dolor adrede. Muy al contrario, lucha y se esfuerzan para superar los sufrimientos. Por otro lado, todos somos iguales en la forma de cometer los errores: los motivos, las consecuencias de esas equivocaciones son iguales. Creemos con firmeza que nuestro enfado está cargado de razón. Sin embargo, el enfado de los demás nos parece equivocado. Todo ello es debido a nuestro egoísmo, que nos conduce a percepciones erróneas, distorsionadas o demasiado subjetivas.
La realidad es que estamos esclavizados por los deseos egóicos y emociones tóxicas. Hasta llegamos a pensar desalentados que no tenemos poder para vencer las emociones negativas. En este sentido y bajando a una situación concreta, no hay víctima ni verdugo en las malas relaciones personales. Ambos son víctimas de deseos, egoísmo y percepciones falsas.
Todos nuestros congéneres poseen méritos y en principio son inocentes. Recibimos con frecuencia ayudas de los demás seres: nuestra casa, ropa, consejos, alimentos, estudios, seguridad... Hay una tupida y amplia sed de interacciones que teje y sostiene la vida. En la vida todo está interrelacionado. La naturaleza funciona así. Pero el egoísmo no entiende esta compleja interrelación. El cuerpo, la mente y la vida nacen y se desarrollan gracias, en gran medida a los demás seres. La felicidad es valiosa, preciosa para todos. Es esencial. Necesitamos aprecio de los demás, confianza, alabanza, admiración... Los demás necesitan cariño, comprensión y aprobación de nosotros. Auxiliar, resguardar de los peligros, acompañar, proteger: esta es nuestra finalidad.
Esperamos que nos apoyen y enseñen. Y que sean bondadosos con nosotros. Cualquier ser, incluso nuestros enemigos, esperan nuestra benevolencia. En este aspecto, somos todos muy parecidos. Vivimos junto a los otros. Trabajamos codo con codo. Vivir juntos, en grupo, unidos, esta es la parte más bonita de la vida. El problema radia en la ignorancia. La mente egocéntrica no entiende la interdependencia. No alcanza a comprender esta relación natural. De ahí los engaños, las apreciaciones distorsionadas.
Muchos piensan que ya lo saben todo. Pero de repente pierden el control de las emociones. Esto demuestra que no somos tan inteligentes como a veces nos creemos. Y, al perder los estribos, cometemos errores. Nos equivocamos por culpa de la ignorancia. Las emociones a menudo manipulan nuestra mente. Esta es la verdad de la vida. Por fortuna, la mente compasiva (y, en general, la mente virtuosa) es capaz de transformar eficazmente nuestras emociones negativas.
Esta es la actitud adecuada, la emoción justa, el camino certero. Paciencia significa entender las cosas como son, aprender de los problemas y dificultades, adoptando un punto de vista positivo. Una experiencia no necesariamente es positiva ni negativa. Todo depende de cómo interpretamos esa experiencia. La positividad o negatividad de un hecho sólo está en nuestra mente, no en la realidad. Lo más precioso y profundo que podemos aprender es aprender de los obstáculos. Una persona que extrae lecciones, enseñanzas y conocimientos de las dificultades; no se desanima nunca. No importa cual sea el nivel de la dificultad. Por el contrario, las personas que fijan su mirada en el lado negativo no disfrutan de la vida ni avanzan en el camino.
La paciencia es lo mejor de la mente. Debemos contemplar lo normal como normal. No tomarse las cosas a la tremenda. Y aceptar las cosas como son. Los aspectos placenteros y agradables de la vida, disfrutarlos con calma. Saboreándolos con paciencia y moderación, se disfrutan más.
No etiquetar o juzgar de forma negativa. Ver la naturaleza de la vida: la normalidad. Intervienen en las diversas situaciones factores, causas y consecuencias. Fijémonos brevemente en las relaciones causa-efecto. Las causas positivas normalmente producen resultados positivos. Nos fijamos ahora en la naturaleza de los cambios. Estamos rodeados de cambios. Es un hecho natural. Por tanto, aceptemos los cambios. Aprender de los cambios y con los cambios.
La paciencia apoya y sostiene la experiencia del amor y la paz. Por supuesto, la impaciencia no resuelve los sufrimientos. Numerosos problemas se solucionan sencillamente manteniendo la paz y la normalidad. Trata de no reaccionar impulsivamente, mediante arrebatos o de modo negativo. Con el tiempo, al menos una parte de los problemas se disuelve y pasa como el viento; ni siquiera dejan huella. No presentes oposición ni luches contra ellos. Sería, en mi opinión, una mala reacción.
Es mejor usar el poder de la paciencia. El camino positivo. Desarrollar nuestra vida. Y avanzar. Atraer los buenos auspicios. Con otras palabras: atraer la vida hacia nosotros. Seguir el sendero del amor-bondad. Y el camino de la paciencia. A través de la actitud paciente y bondadosa nos vamos transformando.
Los problemas no tienen por qué ser necesariamente negativos ni dañinos. Los sufrimientos no tienen por qué ser perjudiciales ni hirientes. Hay que conocer la vida: sus cambios, lo que sucede, las circunstancias, el estado de ánimo, el marco del contexto. Reconoced esos cambios, aunque sean frecuentes. Si no los reconoces, la mente siempre está agitada, inquieta, dispersa. Si los reconoces, todo se transforma y la mente se calma y pacifica. La paciencia es sin duda un gran recurso interno. La paciencia es como la tierra fértil donde crecen plantas y árboles. La virtud de la paciencia es profunda como el océano. La sabiduría y la comprensión acompañan a esta magnifica cualidad.
Para la filosofía budista no hay sufrimientos que existan de manera inherente. Pensar que si existen es sólo una percepción de nuestra mente. Un error que cometemos. Los sufrimientos, la insatisfacción son, desde la perspectiva budista, meros espejismos sin sustancialidad. El dolor anímico, los pesares carecen de sustancia intrínseca. Reconozcamos la vacuidad de las emociones negativas. Todo es vanidad, pura y simple vanidad.
Por lo tanto, el sufrimiento interno, una vez reconocida su insustancialidad, puede resolverse, sin ni siquiera dejar tras de sí rastros y huellas. el sufrimiento, sea cual sea su intensidad, sólo es una apariencia. Una especie de fantasmagoria, una ilusión o figuración vana generada por la mente y desprovista de todo fundamento. El dolor psíquico no está enraizado en nada real. La sabiduría puede transformarlo. Cuando nuestro entendimiento comprende el significado y las implicaciones de la vacuidad (la no existencia inherente), entonces el sufrimiento puede al fin aliviarse y finalmente ser vencido.
Los padecimientos, el pesar, el dolor de carácter mental, todo esto es mera apariencia, una ilusión que parece real, vanidad y sólo vanidad, una figuración creada por la mente. En la creación de esta ilusión mental intervienen condiciones interiores y externas. Se trata de un proceso complejo. Pero sabemos, por ejemplo, que los colores que percibimos habitualmente no son colores. El color rojo no es el colo rojo; no existe como tal color. En gran medida, la mente humana crea los colores. Los componentes o partes de algo, de un objeto o cosa tampoco existen como tales. Sólo son categorías creadas por nuestra mente. Sólo se trata de ejemplos. Con los obstáculos o sufrimientos que padecen los seres humanos sucede más o menos lo mismo. Son generados por mecanismos mentales de cierta sofisticación.
La mente califica las situaciones como buenas o malas, positivas o negativas. En realidad, esta calificación es otra ilusión mental. Las situaciones incluidas las que nos causan dolor, en realidad no son por sí mismas ni positivas ni negativas. Razonar de esta manera nos hará mucho bien y nos dará herramientas muy útiles para superar el sufrimiento y toda suerte de obstáculos.
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